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Clínica y análisis grupal número 50

El grupo, 50 años después 

Joan Campos

Clínica y Análisis Grupal – 1989 – Nº 50 
Vol. 11 (1) 

Resumen

En este ensayo el autor ofrece una perspectiva grupo-socio-psicoanalítica reflexiones personales respecto al origen histórico y la naturaleza y fuentes de resistencia en Psicoanálisis organizado en adoptar al grupo como locus y objeto propio para las terapias y su estudio y conceptualización psicoanalíticas. Estas circunstancias hicieron obstáculo a que el Psicoanálisis alcanzará plenamente sus objetivos como psicología profunda, aplicable a todas las ciencias mentales, tal como fueron explicitados por Freud.

The evolution of the operative group concept

In this essay the author some group-socio-psychoanalytic perspective, some personal reflexions regards the historical origen, nature and source of institutional resistances in organized Psychoanalysis regards adopting the group as appropriate locus and object for psychoanalytic therapy and its study and conceptualization. Those circumstances impeded Psychoanalysis to fully achieve Freud’s stated aims for it as a depth psychology applicable to all mental sciences.

Hay historias que se le escurren a uno como el agua entre los dedos, hay otras que uno recuerda mejor cada día que pasa.
Esto nos dice algo de nuestra condición, nada de la del escritor.

Elias Canetti: Gerettete Zung

Este año se cumplirá el medio siglo desde que, en Londres, en el 20 Maresfield Gardens de Hampstead, muriera el fundador del Psicoanálisis Sigmund Freud. Acababa de explotar la Segunda Guerra Mundial, empezaba otra de esas épocas, en que la humanidad entera parece haberse vuelto neurótica… El pacifismo de los sabios de “Por qué Guerra” no había servido para nada… Antes de que acabara el año, en el mismo país que le dio asilo, se iniciarían por fin las psicoterapias de grupo que desde 1930 en “Malestar en la Cultura” Freud venía preconizando. Han pasado cincuenta años desde que murió Freud, medio siglo desde que se inició el tratamiento de grupos en líneas psicoanalíticas. Al rememorar aquellas fechas creo que vale la pena que nos preguntemos por qué se demoró tanto este desarrollo en psicoanálisis, por qué no pudo empezarse en vida de Freud, por qué ha resultado tan difícil una vez iniciado y entre psicoanalistas levanta tan poco entusiasmo. Eso quizás sirva para aclarar donde estamos y a donde parece que vamos los psicoanalistas interesados con eso de las relaciones del Psicoanálisis con las psicoterapias y con el grupo, objetivo de estudio para cuyo desarrollo fundamos hace un año en Madrid la S.E.G.P.A.

La visión que guardo del primer acontecimiento se la debo a Schur, la visión del segundo se la debo principalmente a Foulkes. Solo más tarde me enteraría del trabajo que los muchachos de la Tavistock Clinic en Londres habían empezado al mismo tiempo en previsión de la epidemia de neurosis de guerra que entre la población civ se avecinaba. Hasta prácticamente el año pasado en que «Grupo d’Analisi Barcelona» estableció contacto con la Lifwynn Foundation For Laboratory Research in Analytic and Social Psychiatry, institución fundada en 1927 por Trigant Burrow y Clarence Shields y colaboradores, no me enteraría del trabajo en este sentido llevado a cabe desde 1918 en Estados Unidos. Trigant Burrow, uno de los autores psicoanalíticos más citado y menos leído y conocido fue el descubridor del método grupal de análisis y del concepto de neurosis social de la cual la misma guerra y otros trastornos sociales y económicos síntoma. A pesar de la represión sistemática a que se ha visto sometida la producción teórica de este autor por parte del establecimiento psicoanalítico, fue leyendo algunos de sus escritos a mitad de los años veinte como se le despertó a S. H. Foulkes el Interés por la utilización del Grupo Análisis a efectos psicoterapéuticos.

Hacia la persona que actualmente muere adoptamos una especial actitud: algo como admiración por alguien que ha conseguido terminar una tarea bien difícil.

Así cierra Schur “The Last Chapter” de su libro (Schur, M., 1972), ensayo que Jones le había pedido para concluir con este mismo título la sección biográfica del tercer tomo de su libro The Life and Work of Sigmund Freud. Al percatarse del tratamiento que Jones estaba dando a los materiales que le había proporcionado, Schur se sintió obligado a escribir su propio libro, ¡materiales que Jones utiliza libremente en el capítulo que en su biografía sobre Freud sustituye al de Schur y que emblemáticamente titula London – The End! London – The end, ¿el colmo o final de trayecto? La despedida relatada allí por Jones también merece ser recordada.

Poco antes de que muriera Freud, el día 19 de septiembre de 1939, Ernest Jones fue llamado para poder despedirse de él. Al llegar, éste estaba adormilado. Jones lo despertó, llamándole quedamente por su nombre. Aquel abrió los ojos, le reconoció, le saludó con la mano que luego dejó caer con un gesto expresivo que Jones entendió como diciendo saludos, adiós, resignación, la manera más sencilla posible de decir ‘El resto es silencio’. No hubo necesidad de intercambiar una sola palabra, en un segundo caía dormido de nuevo, cuenta el propio Jones (Jones, E. 1957).

Freud había muerto como persona, pero ¿murió Freud también como elemento institucional, como animal de cultura, como objeto emblemático, como objeto de culto? Al parecer no, o por lo menos no para Jones y para la línea dura de psicoanálisis institucional que dentro del movimiento psicoanalítico éste representa. Del que Freud hubiera estado en vida de acuerdo con esta corriente, no cabe pensar que lo siguiera estando después de muerto. Lo que Freud dijo lo dijo en su momento y dentro de un contexto. “El mein Vater sagt…” que Anna utilizaba cuando delegada por su padre debidamente la representaba en algunos actos públicos, como puedan ser la aceptación del premio Goethe o la lectura de la parte de Moisés, no es una herencia personal ni una herencia transmisible. La sentencia ‘El resto es silencio’ puede ser entendida “después de mí a callar todo el mundo” menos Jones naturalmente. No creo que fuera esto que Freud implico con su gesto y con sagen “Sie es der Anna” no comunicaba nada más que su decisión de que no le impidieran morir cuando ya había dejado de vivir. Del único del que se despidió fue de Schur, con un sencillo “Ich danke Ihnen”.

La muerte de Freud ciertamente fue noticia y poco silencio hubo en su entierro. Las pompas funerarias fueron majestuosas. Le acompañó a Freud un duelo multitudinario donde no faltaron ni las autoridades del país ni los representantes de asociaciones profesionales y de asociaciones judías, y donde a buen seguro no faltó ningún psicoanalista de Londres o, en espíritu, del mundo entero. En su oración funeraria, que Jones pronunció en aquella ocasión y con la que cierra “London – The End”, se lee textualmente:

…no sentimos que sea una despedida en su sentido pleno, ya que Freud nos ha inspirado de tal manera con su personalidad, con su carácter y con sus ideas que nunca podremos en verdad separarnos de él hasta que finalmente lo hagamos de nosotros mismos en los que él sigue viviendo. Su espíritu creativo fue tan fuerte que se infundió a sí mismo en otros. (Jones, E, 1957).

Glover lleva razón cuando desde su “Historia del Psicoanálisis en Inglaterra” afirma que los primitivos grupos psicoanalíticos se originaron siguiendo lo que puede ser llamado un “acto de participación”, una especie de “identificación primaria” con Freud de sus primeros y más estrechos adherentes. Pero, para entender las específicas características de cada grupo uno deberá retrazar el complicado interjuego de factores grupales —tanto constructivos como desintegradores— que siguieron al desarrollo de una función independiente del grupo, esto es, el nacimiento del grupo. En el caso de Jones, obviamente aquellos mecanismos son tan agudos que da la impresión de haber remesado al animismo. Glover, por esta razón, advierte al historiador social que pretenda entender dichos desarrollos, evite caer en la tentación de sobreenfatizar el papel de liderazgo individual a expensas de interacciones grupales específicas, por más que ése sea el camino más expeditivo y socorrido (Glover, E., 1966). Este es el pecado en que cayó Jones precisamente con “La Vida y Obra de Freud”. O quizás, después de todo, no fuera para él en absoluto pecado, sino lógica consecuencia de toda una vida dedicada a convertir el Psicoanálisis urbi et orbe en colonia británica e instaurar, de esta manera, a Londres en Capital Mundial del Psicoanálisis» que conozco, la de Jones sea entre las “historias del Psicoanálisis” que conozco, la de Jones sea “una de las que se me escurren como el agua entre los dedos”. Y, bien ¿de quién nos dice esto más, de mi condición, de la del escritor o de la nuestra, en la medida que una y otra entran en discrepancia?

Vale recordar que fue a Jones en un viaje a Viena, allá por el 1912, cuando la escisión de Adler, que se le ocurrió la feliz idea de establecer en grupo secreto para prevenir futuras desviaciones, idea que discutió con el que había sido su analista didáctico, Ferenczi, y que ambos expusieron a Freud y que éste acogió con entusiasmo. Curiosamente, en aquel momento Freud estaba contemplando ir a Londres. Así, con un retraso de veintisiete años, termina la historia de aquel grupo original de “caballeros de la table ronde”, la “Vieja Guardia”, “The Seven Ring’s Committee” que Jones inventara para preservar la pureza del psicoanálisis y nunca dejó de presidir. El fue el último en despedirse de Freud. Anton von Freund, Karl Abraham y Sandor Ferenczi habían pasado a mejor vida antes que él. Otto Rank, el “judas del grupo”, rio pudo aguantar la ansiedad que le produjo la anunciada muerte del Maestro y había desertado definitivamente ya en 1926. Flans Sachs estaba en Boston y Max Eitingon, que substituyó a von Freund en 1919 y había emigrado a Jerusalén. Ambos se habían despedido de él a finales de Julio cuando, con ocasión del Congreso de París, pudieron viajar hasta Londres. Naturalmente, su hija Anna, que había substituido a Rank después de su defección, estuvo junto a él abnegada hasta el último momento.

La función de este Comité consistía en reasegurar a Freud respecto al más grande de sus temores: En qué iba a devenir el Psicoanálisis una vez que él hubiera desaparecido. Los miembros del Comité se juramentaron a no introducir innovaciones sin consultarlo con los demás. Y, a tal propósito instituyeron las Rundbriefe. De entre los miembros del Comité salieron los futuros presidentes de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Jones lo era en el momento de la muerte de Freud. Al parecer, el gesto de Freud “el resto es silencio”, Jones lo interpretó literalmente como una orden. El esmerado cuidado que puso en escribir la “Vida y Obra de Freud” puede ser entendido como un intento de no dejar pasar nada a la historia que no hubiera sido previamente filtrado por él. Continuaba ejerciendo la censura del Comité aún cuando éste ya no existía. Esta labor no era ajena a las intenciones de la familia de Freud quienes con el establecimiento de los Freud Archives aseguraron el control de información hasta bien entrado el Siglo Veintiuno. ¡Con ello se cumplía el deseo de Freud de no hacérselo fácil a sus biógrafos!

En psicología de las organizaciones, hay un adagio que dice “quien controla la información es quien domina el sistema”. Obviamente, dentro del sistema psicoanalítico la información -y la formación de candidatos a psicoanalista— se convirtieron en el caballo de batalla para todas sus luchas intestinas. Bion, otro de los psicoanalistas pioneros en grupo, años más tarde dirá que los problemas de soberanía y poder no se dan con plena madurez en grupos tan pequeños como con los que él trabajaba. “Su forma madura es extrínseca e incide en el grupo a modo de invasión por otro grupo” (Bion, W. R., 1959). En el caso de la IPA, el grupo invasor de todos los otros grupos fue el Comité de los Siete Anillos, por lo menos hasta 1927, en que se disuelve y estas funciones son asumidas por el Comité Ejecutivo de aquella Asociación.

El modelo es un modelo autocrático basado en la identificación con un líder o una idea líder idealizados, rodeado por una corte o camarilla que refuerza su poder y asegura la soberanía de unos pocos y, en última instancia, ¡de uno —o una! — sobre todos y todas…, ¡las ideas y las personas, se entiende! La estructura y la dinámica del “funcionamiento pseudo-grupal” de esta comunidad científica y profesional viene fielmente deletreada en Psicología de las Masas y Análisis del Yo (Freud, 1921), prototipo de “grupo de identificación”, de “grupo de a dos personas”, el basado en el mito del Héroe y en el Asesinato del Padre por la Horda Primitiva, que recientemente en otro trabajo he descrito (Campos, J. 1989). Jones, con todo, no fue tan solo un biógrafo, autor del “God Complex” sabía de lo que hablaba. En realidad, fue el gran político del psicoanálisis, su Maquiavelo.

Hoy en día, el 20 Maresfield Gardens de Hampstead, al igual del 19 Berggasse en Viena, se convirtió en museo. En mis días de Londres, la casa todavía estaba viva, allí seguía aún Miss Anna Freud. Roazen comenta en su “Freud and his followers” que Freud fue quemado en el Golders Green Cemetery el 26 de septiembre de 1939 y sus cenizas están guardadas en una de sus urnas griegas favoritas que María Bonaparte le había regalado. Desde entonces, en esa nueva Mecca del Psicoanálisis un pequeño grupo de sus seguidores se reúnen en su memoria todos los aniversarios de su nacimiento, el 6 de mayo, y de su muerte, el 23 de septiembre” (Roazen, P. 1975). La única vez que estuve yo allí fue hace ya más de diez años, cuando todavía buscaba recetas para “leer a Foulkes (¡…y a Freud!) con ánimo de entenderlos» Campos, J. 1980). Desde entonces, algo aprendí respecto al arte de la lectura. Hoy me conformo en hacerlo con ánimo de entenderme y te entendernos.

Este año es posible que el 23 de septiembre vayan a Golders Green Cemetery, esa nueva Mecca del Psicoanálisis, más grupos que de costumbre o que éstos sean más numerosos y fervorosos que nunca. No me sorprendería en absoluto que incluso organicen algún ceremonial oficial con “oraciones funerarias” al estilo de las que se pronunciaron allí hace cincuenta años. Está claro, que al igual que el Barca es más que un club, el Psicoanálisis es algo más que una ciencia. Esto prueba que, si bien Freud murió, la institución psicoanalítica ortodoxa sigue viva y sigue más boyante y poderosa que nunca, a pesar de toda oposición e intento de desinstitucionalización que haya podido haber desde dentro como desde fuera de la misma. Esta es la que podemos hacer después de medio siglo, la misma que se hubiera podido hacer en 1939. Lo que es obvio es que el supuesto potencial revolucionario del psicoanálisis no se ha hecho notar en absoluto en el desarrollo de la sociedad moderna. Más bien al revés, éste ha sido absorbido como una terapia más, al servicio del malestar en la cultura. Quizás en el éxito de la empresa esté su fracaso. Quizás ello explique por qué todos los grupos críticos, las heterodoxias que de ella surgen, identificadas con el modelo, acaban creando Instituciones al estilo de la IAP. Basta con recordar la más reciente, la orientación que J.-A. Miller está dando al Lacanismo.

El mismo día que se estaba fundando la Internacional en Nürnberg, en agosto de 1910, en carta a su amigo de la infancia Silberberg Freud dice: “Estoy metido de lleno en un movimiento dedicado al concepto y terapia de las enfermedades nerviosas que, probablemente, no sea desconocido en Rumania”. “Perspectivas de Futuro…”, discurso que pronuncia en el momento de la fundación, termina con este párrafo:

Podéis proceder con la seguridad de que tratando vuestros pacientes estáis cumpliendo con vuestro deber en más de un sentido: No solamente estáis trabajando al servicio de la ciencia al hacer uso de la sola y única oportunidad de desvelar los secretos de la neurosis; no solo estáis dando a vuestros pacientes el más eficaz tratamiento disponible hoy día; estáis aportando vuestra parcela a la ilustración de la comunidad, manera como esperamos conseguir la más radical profilaxis en contra de los trastornos neuróticos a través de la vía indirecta de la autoridad social. (Freud SE XI, p. 151).

Curiosamente, este incremento de autoridad que espera alcanzar dice en el mismo texto, va en relación inversa a las creencias religiosas y directa con el incremento de la sugestibilidad social. Obviamente, el psicoanálisis desde entonces ha ganado en prestigio y se ha conseguido un lugar dentro de la sociedad. Sin embargo, como Freud mismo reconocerá en Análisis Interminable, 1937, el optimismo respecto a la profilaxis y a lo radical de la cura psicoanalítica no son en absoluto mantenibles.

La originalidad del método freudiano está en que la Investigación de los procesos mentales dentro de la situación analítica produce una transformación de estos y de la estructura mental de las personas que en ella participan. Sea ello o no verdad, lo importante es si los conocimientos que a partir de esto se generan producen efectos, cuando se comunican, fuera de la situación analítica. Aquí la diferencia entre análisis propio y análisis aplicado. Si después de un siglo de trabajo analítico, y digo un siglo porque para mí éste empieza con el viaje de Freud a Nancy en 1889, a partir del cual escribirá la “Seelenbehandlung”, el Psicoanálisis no alcanzó todavía sus objetivos explícitos, ello puede ser debido a tres razones:

  • que la Weltanschauung científica con que opera, la ilustración de la comunidad arriba mencionada es falsa,
  • que el método en sí mismo es insuficiente o inadecuado o
  • que el proceso de investigación aún no se haya completado.

El uso del grupo como lugar para tratamientos analíticos y el estudio del grupo como objeto de psicoanálisis ya hemos apuntado es un desarrollo post-freudiano, un producto de la segunda Guerra Mundial. Mientras vivió Freud, solamente tres de sus seguidores que yo sepa se atrevieron a afrontarlo clínicamente de una manera analítica. Ninguno de ellos lo hizo en Europa, todos lo hicieron en Estados Unidos. Luis Wender y Paul Schilder, fundamentalmente utilizando el grupo como método didáctico para complementar análisis individuales y Trigant Burrow, desarrollando un método grupal de análisis clínico. Los dos últimos fueron expulsados del movimiento psicoanalítico. Las propuestas de Wender no eran tan radicales, ignoro cuales fueran las consecuencias. Para septiembre de 1939, Trigant Borrow había publicado cinco libros y 58 artículos y mantenido con Freud abundante correspondencia. Así y todo, ni en una sola ocasión Freud le cita en sus escritos sociológicos. Tampoco hace mención de los trabajos producidos por el Profesor Schilder, uno de los más brillantes psicoanalistas del grupo de Viena emigrado a los Estados Unidos a principios de los años treinta.

Esta confabulación de silencio respecto al trabajo de sus asociados llama más la atención si tenemos en cuenta que en 1923, inmediatamente después de su primera operación radical de cáncer y pensando que su final estaba cerca, Freud sostiene que para que el Psicoanálisis pudiera llegar a ser una psicología profunda y aplicable a todas las ciencias mentales, era preciso dar un doble paso: 1) desde la psicopatología a la psicología normal del individuo y 2) desde la psicología del individuo a la psicología colectiva. De los dos pasos, el primero consideraba haber sido ya consumado a principios del Siglo con la publicación de la Interpretación de los Sueños. Sorprendentemente, para el segundo paso —el de la transición desde la actividad mental del hombre individual a la de las funciones psicológicas de las comunidades humanas y de los pueblos, es decir desde la psicología individual a la grupal- se iba a contentar con analogías.

De los llamados “escritos sociológicos” de Freud en 1923 habían sido ya publicados: “Moral Sexual Civilizada y Enfermedades Neuróticas Modernas” (1908), “Totem y Tabú” (1912-13), «Pensamientos sobre la Guerra y la Muerte” (1915) y “Psicología de las Masas…” (1921). Hasta el momento de su muerte le quedaban por publicar aún “Porvenir de una ilusión” (1927), “Malestar en la Cultura” (1930), “Por qué la Guerra” (1933), La Addenda a su Autobiografía (1935) y “Moisés y el Monoteísmo” (1934 [1939]). Hay otros cinco, aunque no quepa clasificarlos como tales, que están íntimamente relacionados con éstos: “La Historia del Movimiento Psicoanalítico” (1914), “Líneas de Avance en Terapia Psicoanalítica” (1919), “Enseñanza del Psicoanálisis en la Universidad” (1919), “Un Estudio Autobiográfico” (1925) y “La Cuestión del Análisis Profano” (1926). Por más que sus escritos sociológicos no pasan de ser, como él mismo dice, ensayos especulativos, no todos los valora por igual. En su Addenda de especulativos, no todos los valora por Igual. En su Addenda de especulativos, no todos los valora por igual. En su Addenda de 1935 a su Estudio Autobiográfico (Freud, 1925 [1924]), Freud se excusa de los escritos después de 1923 explicando que la circunstancia del cáncer le produjo una alteración, que describe como fase de desarrollo regresivo de la siguiente manera:

Mi interés, después de un «détour» de toda una vida a través de las ciencias naturales, la medicina y las psicoterapias, volvió a los problemas culturales que me habían fascinado desde mucho tiempo atrás, desde cuando era un joven con apenas edad para pensar.

Este párrafo merece ser comentado. Trae reminiscencias de aquel otro que en carta a Schur del 25-8-1928 le comenta “No sé si te habrás apercibido del eslabón secreto que hay entre Análisis Profano y la Ilusión. Con el primero quisiera proteger al análisis de los médicos, con el último de los curas. Me gustaría dejarlo en manos de una profesión que todavía no existe, una profesión de curanderos seglares de almas que no es preciso sean médicos y no deben ser sacerdotes”. Ambos reflejan entre una Weltanschauung científica, y una praxis clínica psicoanalítica de carácter hermenéutico histórico. Cuando se pone a pensar, se siente obligado y desdeñosamente tiene que etiquetar sus ideas y argumentos como analogías o meras especulaciones.

De los escritos previos al 1923 Tótem y Tabú, uno de los trabajos de los que más orgulloso siempre estuvo Freud, constituye su —“primer intento de aplicar el punto de vista y los descubrimientos del psicoanálisis a problemas en psicología social (Völkerpsychologie)”. No es ningún secreto que el problema eran los quebraderos de cabeza que le estaban proporcionando los presidentes que loco parentis — el suyo— había colocado en la Asociación, a Jung, y en la Sociedad de Viena, a Adler. El asesinato del padre de la “horda primaria” consumado el grupo de hermanos viene como anillo al dedo para explícalas maniobras del pequeño grupo secreto de los Siete Anillos y sus felices resultados con Adler fue el cuerpo social del grupo vienés el que se escindió en dos. Con Jung fue todo el grupo de Zürich el que queda eliminado del organismo psicoanalítico. Dejando aparte cuáles fueran los motivos, obviamente dicha corporación social no resultaba capaz de contener y resolver creativamente las divergencias ni entre sus miembros ni entre sus grupos.

Psicología de las Masas ocupa un lugar transicional en el desarrollo del pensamiento de Freud. Se le ocurre en la primavera del 1919 mientras escribía “Más allá…” como una “simple idea que puede servir como fundamento psicoanalítico para una psicología social”. Fue una obra de la que nunca estuvo satisfecho por más que, a través de la creación de la instancia del Superyo, sea la que sirve de puente entre la revolución conceptual implícita con la incorporación del instinto de muerte en la metapsicología freudiana y los cambios estructurales a que le fuerza epistemológicamente para dar el salto a la segunda tópica de “El Yo y el Ello” en 1923. Ominosamente, esta obra que aparece la tercera semana de abril de 1923, cuando Freud personalmente ya estaba convencido que la leucoplasia benigna que le habían estirpado el día veinte era una epitelioma (Carta a Jones, 25-4-23). Interpretando este episodio “a lo Groddeck”, cuyo “Das Es” acababa de ser publicado por aquellas fechas, cabe preguntarse cuál es la relación entre los cambios estructurales en el pensamiento freudiano, la situación social del Psicoanálisis cuyo centro se iba progresivamente remplazando de Viena hacia Berlín, el tabaquismo de Freud y la aparición de un crecimiento canceroso en área tan emblemática. Lo más importante, sin embargo, son los efectos disruptivos que tuvo “la muerte anunciada” de Freud en su red grupal más íntima, el Comité. Primero, sin ningún derecho, impiden que se les informe a Freud y a su familia del resultado de la biopsia hecho en la primera intervención. La defección de su “fiel secretario” Otto Rank, que al parecer se consideraba destinado a sustituirle, y las divergencias de Ferenczi son interpretados por todo el mundo como reacciones inconscientes frente a la noticia. Los mismos problemas con respecto al asunto de analistas no médicos y al entrenamiento de candidatos extranjeros, que casi causaron la escisión de la American Psychoanalytical Association, obviamente están relacionados con el mismo hecho.

En Psicología de las Masas, Freud se encontraba ya teóricamente ido con el pie quebrado en tener que dar el paso desde la psicología individual a la psicología social, si quería que su psicología fuera una psicología verdaderamente profunda y aplicable a todas las mentales. El salto a que recurre es de orden filogenético y le obliga a invertir los términos de este paso, que él ubicará además en el viejo mito de la horda primitiva:

Debemos concluir que la psicología colectiva es la más antigua de las psicologías humanas. Que lo que hemos aislado como psicología individual, a base de excluir cualquier residuo de masa, ha sido a expensas de la psicología colectiva a través de un proceso gradual que quizás pueda ser descrito como incompleto.

Este es, a mi entender, un faux pas basado en un choque entre las dos Weltanschauungen científicas, la de Helmholtz y Brücke y la de Charcot, con las que comulga Freud y que le obligará a explícitamente confesar su compromiso con el insostenible evolucionismo Lamarckiano para explicar la herencia a través de la especie de trazos mnémicos. Este es el fascinante enigma que ataca en su última obra Moisés y el Monoteísmo y que va más allá del que si Moisés era o no era judío.

Si en Psicología de las Masas, Freud encuentra justificable los intentos de utilizar el antagonismo entre neurosis y formaciones grupa- les a fines terapéuticos, aunque se trate de tan perniciosas neurosis colectivas como las delusiones religiosas. En “Malestar en la Cultura” en cambio, lo que no considera absurdo o condenado al fracaso es que se intentara llevar a la práctica una disección analítica de las comunidades culturales. Esto sí, sin dejar de advertir que es peligroso no tan solo para los hombres sino también para las ideas el arrancarlas del lugar donde se originaron y se habían desarrollado, encontraba una doble dificultad en este empeño: 1) el que para un grupo en el que todos sus miembros estuvieran afectados por uno y un mismo trastorno, se carecería de un telón de fondo… de normalidad con el que contrastarlos y que, por lo tanto tendría que ser buscado en otro lugar y 2) en lo que se refiere a la aplicación terapéutica, se preguntaba, de qué serviría el más correcto análisis de la neurosis social ya que nadie tendría autoridad de imponer al grupo tal tratamiento.

Para quien esté familizarizado con las formulaciones de Trigan: Burrow, quien a buen seguro Freud en aquellos momentos tenía en mente, ésta es una respuesta clínica por parte de Freud a las teorías de aquel sobre la neurosis social y su Phyloanálisis. La verdad es que El Malestar en la Cultura Freud lo escribió muy a la ligera, casi para malgastar el tiempo cuando estaba de vacaciones y nunca le tuvo demasiado apego y. Por supuesto, no hizo el menor esfuerzo ni en vida alentó a nadie a que se animara a poner a prueba las “verdades triviales” a las que él había considerado haber llegado. Las actitudes negativas que asumimos, Freud las mantuvo en contra de un análisis grupal en su propia institución, actitudes que sin duda la comunidad psicoanalítica como un todo ha heredado, merecen más atención que la que hasta ahora se le ha venido prestando. El problema es grave. Pues, siguiendo el argumento del telón de fondo, si una comunidad cultural se atreviese a hacer consciente lo que en ella es inconsciente y, en consecuencia, a sanar, se vería automáticamente aislada por la comunidad neurótica pero estadísticamente sana. Esto, por ejemplo, es lo que asumo sucedió con la Lifwynn Foundation de Trigant Burrow. Esto es lo que asumo impidió que la Group Analytic Society (London) fundada por S. H. Foulkes que consecuentemente se aplicara a sí misma los principios generales del Grupo Análisis que se derivan y por las que se rigen las psicoterapias grupoanalíticas.

Hacía solo veinte años que había muerto Freud cuando en Barcelona se organizó el IV Congreso Mundial de Psicoterapia. En el seno del mismo hubo un symposium dedicado a psicoterapias de grupo, en el que participaron entre otros Slavson, Moreno, Foulkes, etc. De entre aquellos con una orientación analítica, la que más grupal me pareció fue la que expuso Foulkes: el Grupo Análisis. Desgraciadamente, Pichon-Rivière no vino, lo que demoraría nuestra toma de contacto con las escuelas argentinas de psicoterapia de grupo y de psicología social. En 1963, a la vuelta de cinco años de formación en el mundo anglosajón, publiqué un trabajo titulado “Tendencias actuales de la Psicoterapia de Grupo” (Campos, J. 1963), curiosamente casi el mismo tema del presente artículo. Allí comparaba el modelo americano zoo el británico. Como ya dije, la escuela latina la desconocía y en el continente europeo las psicoterapias grupales tan solo estaban empezando, sobre todo en lo que respecta a entrenamiento que es la diferencia que allí yo subrayaba.

Me sorprende, al releerlo, comprobar que las ideas que allí expongo son totalmente actuales. ¿Querrá esto decir que por más que ahora seamos muchos, lo que es cambiar no hemos cambiado demasiado? Bueno, no sé, pero quienes lo intentamos, por lo menos hicimos camino, al andar eso espero. Entre las ideas que allí encuentro y que aún hoy día mantengo vale destacar:

El psicoanálisis en situación dual, es un instrumento inadecuado para el estudio de los fenómenos de grupo, las teorías que acerca de la psicología de los grupos se habían venido formulando, con antelación a la aparición del análisis de grupo, eran puro psicoanálisis aplicado, especulaciones teóricas sin una base experiencial.

«La psicoterapia analítica de grupo precisa de una teoría acerca de la personalidad tanto como de una acerca del funcionamiento psicológico y dinámico de los grupos y de la interrelación entre ambos. Hasta este momento nadie ha sido capaz de ofrecer una teoría integrada y satisfactoria del hombre como individuo y como miembro de un grupo que sea resultado de la aplicación de un instrumento analítico adecuado. El psicoanálisis de grupo parece ofrecer garantías suficientes como instrumento».

Lo que me parece estaba pidiendo a gritos es que nos dejemos de análisis aplicado y empecemos con la clínica, y que lo apropiado no es hacerlo tan solo de individuos sino en el grupo y con el grupo, literalmente en este caso lo que pedía era un poco más de “clínica y análisis… ¡grupales!” El furor terapéutico y el entusiasmo por la formación que demuestro son explicables en un joven médico recién graduado en psicoanálisis, ¿pero ¿dónde fue a parar mi formación analítica grupal que tomé simultáneamente para evitar los efectos secundarios de la primera? Lo que me impresiona es la inconsecuencia que demuestro: a la hora de producir teoría, detrás de este “nadie” no está un grupo o un grupo de grupos, lo que está es el genio del individuo singular, ya estamos otra vez con árbol fálico que nos impide ver lo más frondoso y bello del bosque, al parecer aún suspiro “por ese alguien que algún día se atreva a embarcarse con la patología comunidades culturales” y que nos traiga de allí de las abismales profundidades del inconsciente “la teoría reveladora”, en otras palabras la Biblia! ¿Qué pido, por quién suspiro — un nuevo Freud, una Melanie Klein, un Pichón-Riviére, un Bion, un Foulkes, un Meltzer, un Lacan? Sea lo que fuere que buscara, al final a buen seguro me toparé con algún político o burócrata como un Eitingon, un Jones, ¡un Miller!

Afortunadamente para mí, el grupito de ortodoxos de la API, que en el país había —con una mano se podían contar de entre ellos los que hubieran completado formación— no quisieron admitir a un psicoanalista entrenado y cualificado por un instituto que estuviera reñido con el suyo, ¡el mío curiosamente por aceptar en Nueva York en formación a candidatos no médicos! De esta manera pues aprendí algo de la API y me quedé libre para aprender nuevas cosas. Quince años dedicados primero a intentar implantar un programa de formación multidisciplinar, interdisciplinar en un hospital de niños y luego, a partir del ’68, con los alumnos de psicología y de medicina en una nueva universidad autónoma me hicieron consciente de lo paradójico que es el proceso de identificación de adultos a que con la escolaridad y durante la profesionalización se nos somete. A nivel de pregraduados una escuela de medicina es capaz de modelar médicamente a un estudiante en menos de tres meses, y ya de postgrado, un licenciado médico o no médico, en cuanto pierde el miedo al enfermo se saca la bata blanca, ¡se pone un libro de Freud bajo el brazo y se cree antipsiquiatra o psicoanalista!

A partir de los años setenta, llegaron a España las psicoterapias grupales que habían hecho furor en Estados Unidos en la década anterior. Las gentes en lo que se interesaban era en experiencias y técnica, no la teoría o la ideología que pudieran venir con ellas. Lo que privaba era el conductismo. En junio del 76, el V Congreso Mundial de Psicoterapia de Grupo iba a tener lugar en Madrid. A buen seguro, hubiera representado un gran impulso para el desarrollo del grupo en España, o quizás no. Lo cierto es que el estado de salud de Franco y el que España votara en contra de Israel en la ONU, obligó a los organizadores a cancelar el Congreso. En vez de ello, España ofreció exilio a nuestros colegas argentinos, muchos de cuales llegaron con formación y experiencia en grupo. Desgraciadamente fueron pocos los que se sintieron capaces de mantener su interés por el grupo en el exilio y no se metieron a didactas de la Internacional o se convirtieron al lacanismo. El boom de la “formación psicoanalítica” en España que empieza en la segunda mitad de los años sesenta con la inmigración argentina y la contrarreacción local trae reminiscencias, aún cuando no fuera más que por cifras totales, a la experimentada en los Estados Unidos de América desde a mitad de los años treinta; Este es un fenómeno de psicología colectiva digno de ser estudiados, pero que indurablemente ha servido de freno al desarrollo del grupo.

Por fin, en plena transición para la democracia, a fines del 76, surgió en Madrid cual bocanada de aire fresco un “forum de papel” denominado Clínica y Análisis Grupal. En parte, gracias a esta revista, hace diez años, el 9 de diciembre de 1979 tuvo lugar en Madrid un coloquio entre los autores de Psicología Dinámica Grupal, obra colectiva en que por fin empezamos a conocernos y cooperar quienes nos dedicamos al grupo en España. Al igual que antes con la revista, esta fue la primera vez en España que bajo las tapas de un mismo libro tenía lugar una confrontación entre textos de contenido y orientaciones divergentes. Esta, vale notar, casualmente coincide con la filosofía con la que se fundó la Asociación Internacional de Psicoterapia de Grupo, a la cual desde su fundación se afilió la S.E.G.P.A. El Congreso Mundial de Psicoterapia de Grupo en Copenhague en 1980 fue la ocasión que sirvió para consolidar el encuentro empezado en Madrid. Empezamos a explorar las posibilidades de cooperación entre personas e ideas bajo un slogan que denominamos “Convergencia Analítica” estableció una carta circular e instrumentó encuentros periódicos a los que se invitaba un “hombre en frontera” para facilitar el proceso grupal.

A pesar de las preferencias de algunos por técnicas activas y los prejuicios de otros en favor de las verbales, a pesar de las disidencias entre orientaciones analíticas y concepciones en psicología social, sin duda gracias a que hablábamos el lenguaje común del grupo, se estableció una resonancia que nos permitió a Hernán y a mí a explorar durante una década cuáles son las consonancias y disonancias entre el grupo operativo de Pichón Riviére y las psicoterapias grupoanalíticas de S. H. Foulkes y la psicología social y el grupoanálisis que de ellos se derivan, de donde surgiría el «Experimento Madrid» de Grupo Análisis Operativo I. Ahora que Hernán se fue, empezamos a buscar no las que hubo entre nuestros maestros, sino las que hay y pueda haber entre nosotros mismos. Este es el espíritu de la S.E.G.P.A.

En el contexto de las naciones tampoco estamos solos. Contemplar “cuál es la significación del grupo en la sociedad moderna” es la manera como la A.I.P.G. intenta atacar el dilema «Encuentro/Alienación» que ha adoptado como tema para su X Congreso a fines de verano en Ámsterdam. Contemplar ¿cuál es la significación del grupo en a Sociedad para el Desarrollo del Psicoanálisis, la Psicoterapia y el Grupo? debe ser la tarea más prioritaria de la S.E.G.P.A.

La tarea del Grupo es aprender a pensar, dice Pichón-Riviére. Desde su primer grupo S. H. Foulkes llegó a la conclusión de hacerlo grupoanalíticamente puede ser una deseable contribución a la educación como ciudadanos responsables, en particular de una comunidad libre y democrática. Hernán acostumbraba a decir que en eso de los grupos Pichón estaba obseso con la tarea, Foulkes con la democracia. Me pregunto yo: ¿Será posible construir un día una comunidad libre y democrática en la que sea posible pensar? En un grupo, el lugar donde no se puede pensar es donde se ubica la represión, allí donde lo pensado no puede ser dicho se encuentra el inconsciente social. El problema está en que para construir tal “comunidad grupalmente sana” nos encontramos en el mismo brete que los hijos de Noé con su Babel y su ciudad y su torre, es decir que vino el Señor, y envidioso de que pudieran hacer todo lo que trajeran en mente, fue y confundió sus lenguas. Nos queda mucho trabajo analítico que hacer en superar resistencias a la tarea interna y externa del grupo.

Acabo de regresar de Milán donde con la A.P.G., miembro de la Confederación de Organizaciones Italianas para la Investigación Analítica del Grupo o C.O.I.R.A.G., se han explorado nuevas posibilidades del “método confrontativo” con el que dicha confederación viene operando desde 1982 con ánimo de abrir vías de comunicación entre sus organizaciones miembro a través de encuentros cara a cara y por escrito y que este año se han centrado sobre “Modelos psicoanalíticos de grupo”. Me acabo de enterar de una noticia de capital importancia referente a la profesionalización del psicoterapeuta, en Italia se ha dictado la ley por la que se regula dicha la actividad y empieza a entrar en vigor el registro oficial.

Las jornadas que en junio del año pasado sobre “El grupo, lugar- de encuentro y divergencia” hicieron de comadrona a la S.E.G.P.A. llevaban propósitos bien parecidos. En estos momentos un dedicada: grupo de miembros de S.E.G.P.A. le está dando en Madrid la segunda vuelta de tuerca y a primeros de mayo le darán la tercera al tema «El significado actual del grupo: un lugar de encuentro y divergencia, que a modo de conceptualización grupal y española aporta nuestra Sociedad a modo de Symposium al Congreso de Ámsterdam.

Dentro de unos días, del 18 al 21 de mayo incluidos, la Sociedade Portuguesa de Grupanálise, decana de las organizaciones grupoanalíticas en la Europa Continental, conmemora su veinticinco aniversario con la celebración de un Primer Congreso Nacional de Grupanálise en Lisboa, con el tema “Matriz, Patrón, Interpretación”. En 1970 tuvo lugar allí mismo el 1er Symposium Europeo de Grupoanálisis, destinado a ser la cuna del movimiento grupoanalítico europeo. Tal parece como si ahora con casi 20 años de diferencia haya oportunidad para establecer una cooperación analítica auténticamente grupal entre grupos con función analítica auténticamente grupal entre grupos con función analítica añadida, con los que aún cuando no fuera más que por razones de hermandad cultural y lingüística proximidad geográfica sea más fácil abordar la problemática del grupo por encima de los narcisismos de las pequeñas diferencias”.

Naturalmente, a lo largo y ancho del mundo, en nuestro propio Continente Europeo, existen muchas otras bolsas culturales, donde grupos analíticos van rompiendo barreras lingüísticas, culturales, metodológicas o de escuela, para abrirse a la intercomunicación y al diálogo, establecen redes epistolares y de intercambio de personas y entre instituciones. Para esto fueron constituidas asociaciones como la A.I.P.G. En el tiempo que llevo trabajando en su Directorio y como oficial a en su Ejecutivo he sido testigo de cómo de preocuparnos sólo de cañizar un congreso, hemos pasado a ocuparnos de que el congreso tea un medio eficaz de comunicación entre miembros individuales y colorativos. En Ámsterdam esperamos poder consolidar PLEXUS-editorial, una red de editores en correspondencia, que venimos promoviendo desde “Clínica y Análisis Grupal” y habrá una exhibición de Revistas y Publicaciones Periódicas. Asimismo, se ha iniciado una cooperación con el Laboratorio de Grupo Análisis de la Universidad de Palermo, responsable por las publicaciones de la C.O.I.R.A.G.

Para después del Congreso de Ámsterdam, «Grup d’Análisi Barcelona» tiene proyectado organizar una reunión de fin de semana en Barcelona a modo de post-congreso para evaluar lo que hasta ahora hicimos y contemplar perspectivas de futuro en nuestro ámbito y de lo que juntos podemos hacer cooperativamente a niveles, local y de comunidades autónomas, estatales. Como anticipo, puedo avanzar que a fin de activar la red internacional de Grupos de Estudio en Grupo Análisis de la A.I.P.G., que promovió «Grupo d’Análisi Barcelona» la cual en dicha ocasión ultimará el lanzamiento de un programa de formación continuada a nivel nacional que se iniciará el curso próximo en Barcelona para analistas grupales mediante un esquema basado en Confrontaciones Secuenciales en Bloques para la “confrontación del autor y su obra con el grupo”.

Hoy en día está de moda entre quienes nos dedicamos al grupo, sobre todo si psicoanalistas privados, escudarnos detrás de Freud para justificar nuestro interés y dedicación por el psicoanálisis público. Puede ser una manera de excusar nuestra dedicación a tan pobres o bajos menesteres parecida a la estrategia utilizada por Freud ante sus colegas del Wiener medizinisches Doktorenkollegium en su presentación del Psicoanálisis como un proyecto de psicoterapia científica, que empieza diciéndoles que la psicoterapia es el más antiguo de los procedimientos médicos y que el médico la practica quiéralo o no todo el tiempo, a sabiendas o sin siquiera darse cuenta de ello, ya que el ingrediente esencial, “la sugestibilidad”, no está en sus manos sino en manos del enfermo. (Freud, 1904).

El psicoanálisis privado, en el sentido de individual, ciertamente es la más antigua de las psicoterapias analíticas, por lo menos históricamente, pero de esto a querer trasplantar a la esfera del psicoanálisis público, en el sentido de psicoanálisis social o grupoanálisis, presupuestos que proceden del primero, hay un salto. Trabajar con “ideas trasplantadas” (Rickman, J., 1957) aparte de ser “peligroso para los hombres y las ideas arrancarlas…”, metodológicamente es un error de bulto: lo único transferible de una situación bipersonal a una multipersonal de análisis psicológico es la actitud analítica de la que es portador el analista. En psicoanálisis el orden de los sumandos, de las personas incluidas en una situación analítica, ¡sí, altera el producto! La “clínica y análisis grupal” de una praxis analítica, debe tener bien en cuenta el factor número como así también el que le viene impuesto por ideologías intrínsecas al sistema a la hora de avanzar principios teóricos, técnicos y prácticos bajo los que va a formar a otros analistas y a modelar el desarrollo organizativo del grupo que los sustenta.

Se cumplieron casi los cien años desde que Freud insatisfecho con lo aprendido la primera vez en París el 19 de Julio de 1889, marchaba a Nancy con la Baronesa de Todesco a ver si Bernheim o Liébeault le enseñaban algo nuevo —tampoco le sirvió demasiado en aquel mismo viaje llegarse hasta París para asistir al Congreso de Psicología e Hipnotismo de París— fue trabajando con la Baronesa de veces al día, siete veces por semana, durante tres años como inventarían la libre asociación y aprenderían ambos psicoanálisis, sobre todo él, naturalmente. ¡Ella ni siquiera se curó! El 1918 idem de idem le: cedió a Trigant Burrow cuando confrontado por Clarence Shields, un discípulo en análisis didáctico, a quien le estaba interpretando los sueños, se avino a cambiar papeles con éste y pasó a analizarse con él para demostrarle que no era cierto que ¡todos los freudianos son autoritarios! Les costó años de trabajo, una verdadera enfermedad para Burrow hasta descubrir el Grupo Análisis. Pasaron cincuenta desde que S. H. Foulkes en Exeter primero se atreviera a ver los pacientes en familia tal como le iban llegando, y por fin juntar en un grupo a unos cuantos pacientes que tenía en análisis para ver qué pasaba. Al volver a casa le comentó a su mujer. “¡Hoy ha tenido lugar una revolución en psiquiatría, pero nadie lo sabe!”

En 1976 murió en un grupo de colegas con algunos de los cuales venía trabajando desde entonces. Lo último que dijo ¡I cannot speak any longer! Pasaron veinticinco, desde que Pat de Maré empezó a juntar colegas y pacientes en grupos grandes. Soñaba hacerlo con 100 personas, hora y media cada vez cinco veces por semana, durante cinco años. Se contentó con mucho menos, inventaron el “Median Group” ¿mediano por el tamaño o medianero entre la persona aislada n a sociedad abierta?

Hemos avanzado y mucho. Todos y cada uno de esos descubrimientos costaron sangre, sudor y lágrimas… montañas gentes, de muchas tierras y para hacerlo se utilizaron muchas lenguas. Lo que nos queda por hacer, a quienes por afición y por afición nos dedicamos al psicoanálisis, es someternos a un tipo de clínica y análisis grupal que precisamos para curarnos como grupo. Quizás cuando hayamos terminado de hacerlo descubramos el grano de verdad que encierra el dicho que el psicoanálisis, al igual que el sanar, enseñar y gobernar es una profesión imposible. Quizás todas estas actividades son más que una profesión, son otra cosa. ¡Esperemos que en averiguarlo no nos toque el fin de siglo y de milenio! Para ello, no vale solo el tumbarse en un diván. ¡Hará falta mucho trabajo grupal y analítico si nos modificar nuestras maneras de mal estar en la Cultura! Quizás, mejor que descubrir Mundos Nuevos, sea descubrir Nuevas Culturas. Este será un pensamiento a considerar al elegir temáticas para Congreso Mundial de Psicoterapias que la A.I.P.G. tiene en cartera para ¡El Montreal 1992!

 

Bibliografía

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Brill, A., Fundamental Conceptions of Psychoanalysis, New York, 1921.

Campos, J.: “Tendencias actuales en Psicoterapia de Grupo”, Inst. de Medicina Psicológica, Boletín Informativo, Año IV, n.° 46, Sept. 1963. Barcelona.

Campos, J.: Reseña de «Freud Living and Dying» por Max Schur, en Social Se. & Med, Vol. 8, pp. 68-69, Pergamn Press, 1974.

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Glover, E., 1966: “Psychoanalysis in England”, in Psychoanalytic Pioneers, edit. Franz Alexander and al., Basic Books Inc., New York-London, 1966, p. 535.

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Rickman, J.: “Reflections on the functions and organization of a Psychoanalytical Society” in Selected Contributions to Psychoanalysis, Hoggarts Press & The Int. of Psychoanalyse. London 1957.

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Schur, Max: “Freud, Living and Dying”, Int. University Press, Inc. New York, 1972.

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