El Modelo analítico-vincular, surge a través de mi práctica en el grupo operativo. Este intento no está, ni mucho menos, concluido; así como tampoco puedo dotarle de un acta de nacimiento concreta. Enuncio aquí algunos de los conceptos claves del modelo.
El primer concepto que reclamó mi atención sigue siendo para mí el más rico y el más complicado de todos. Me refiero a la noción de emergente.
La idea de emergente nace en Pichon-Rivière al centrar su interés analítico en el grupo y no en los elementos que lo componen. La identificación del emergente permite concretar los puntos de inflexión del proceso grupal; proceso que, al mismo tiempo, es confrontado con la tarea.
Muchas nociones de segundo orden adquieren pleno sentido mediante su referencia a Tarea, Proceso y Emergente. La Tarea permite definir a eso que llamamos grupo, el grupo se estructura alrededor de aquélla. La actividad que el grupo emprende hacia el fin que lo define. La tarea, los avances, resistencias, dudas, retrocesos, etc., integran el proceso grupal y los puntos de inflexión que permiten definir ese curso procesual discontinuo, de carácter no lineal, con el conocido emergente. Lo que emerge es irreductible a los elementos que lo anteceden en el tiempo.
En Psicología y Sociología de grupo, tuve ocasión de dar cumplida cuenta de esta preocupación inicial. En el presente, mi interés por este concepto continúa y se ha ampliado a través del horizonte que aporta el paradigma de la complejidad no sólo al grupo, sino también al análisis individual y al problema de la articulación entre los niveles de integración físico, biológico y social. Mi idea actual se puede resumir así: las propiedades emergentes son las propiedades de un sistema tomado como un todo, el cual ejerce una influencia causal sobre las partes que lo constituyen, pero distinto de las capacidades causales de las partes mismas. El emergente no permite pesquisar, en una suerte de proceso reduccionista, las partes que lo han producido. Su dinámica es no lineal. El emergente sustituye a los clásicos causa/efecto de la mecánica.
La identificación de emergentes comporta una nueva perspectiva por parte del terapeuta. Es evidente por todo lo dicho que un emergente no se deriva del análisis pormenorizado de las intervenciones y conductas de los individuos que integran al grupo.
El segundo aspecto del Grupo operativo que analicé en detalle fue el de Tarea. La tarea, tal como la enunció Pichon-Rivière, es un concepto social. Bien es cierto que los grupos terapéuticos en los que tuve ocasión de participar organizados por él realizaban tareas clínicas. Pero estas en sus escritos no vienen definidas. Acuñe la noción tarea terapéutica (1978) para referirme a lo que surge como emergente del proceso grupal mismo, que no viene dada de fuera sino que es construida por el grupo mismo, sin que pueda ser reducida a los procesos terapéuticos individuales.
Esta situación replantea la definición misma de grupo que debemos a Pichon-Rivière, que procedía de la tarea como organizador intrínseco a ese colectivo de individuos que se aprestaba a cumplirla. La idea de grupo que recojo en un trabajo de 2004 dice así: «el grupo humano queda definido como una totalidad integrada por unos elementos (los respectivos sujetos que traban entre sí relaciones no lineales –auténticas redes-); estas relaciones son cerradas, lo que confiere estabilidad a la estructura que configuran además de separarla del entorno, con el que, sin embargo, mantienen relaciones. Su especificidad estriba en que son capaces de generar comunicación. Con su concurso el grupo se identifica y discrimina, separa un espacio interno del medio circundante».
El Vínculo.Con este concepto llegamos a uno de los ejes del modelo que interesa tanto a los aspectos individuales como grupales. Desde la primera definición de esta idea hasta la actualidad han surgido muchas reflexiones que es necesario recapitular siquiera sea para dar cuenta del camino recorrido. En el diccionario de la RAE el vínculo, del latín vincilium, representa la «unión o atadura de una persona con otra». En esta acepción, la más generalizada en nuestro lenguaje, el vínculo establece un lazo entre dos seres, pero no interviene en la formación o estructuración de éstos.
El vínculo alienta en toda la obra de Pichon-Rivière, así leemos: «el niño aborda el mundo en los primeros meses dividiendo los objetos en buenos y malos. Buenos son aquellos gratificantes y malos los frustrantes. De esos dos vínculos aparece la gratificación que es buena y la frustración que es mala. Freud siguiendo una concepción instintivista y mecanicista de su época, llama a eso instinto de vida e instinto de muerte, y nosotros lo llamamos vínculos positivos y negativos. Los llamados instintos son vínculos sociales muy precozmente estructurados en relación con objetos. Ningún pensamiento es anobjetal». (Pichon-Rivière 1966). Parece claro que, para este autor, el objeto y su relación fundante con el sujeto cristalizan alrededor del vínculo. En el clásico diccionario de Laplanche, Pontalis (1968) no figura la noción vínculo.
R. D. Hinshelwood (1989, pp.569-571) registra el concepto en relación con los escritos bionianos: «El esquizofrénico vive en un mundo fragmentado por la violencia […] La destrucción de estas conexiones hace que el paciente se sienta rodeado por ínfimos vínculos que impregnados ahora de crueldad vinculan a los objetos cruelmente –los elementos beta-.
Más tarde Bion (1962) dirá: el acoplamiento de pene y vagina, de boca y pezón es un prototipo de cómo los objetos se unen uno dentro de otro». Ibid. pp. 570-71).
El vínculo entra a formar parte de la génesis del pensamiento, designado como K, junto con los vínculos de amor odio hacia el objeto, respectivamente denominados L y H.
Alain de Mijolla (2005, pp. 981-82) también aborda los vínculos a través de la perspectiva bioniana y de su trabajo fundamental «Los ataques al vínculo» (1959), obra consagrada en lo esencial a las psicosis, aunque con muy fértiles conclusiones en otros espacios psicoanalíticos.
Los ataques al vínculo son maniobras destructivas que emanan de la parte psicótica de la personalidad. En los orígenes se establece mediante la identificación proyectiva. La relación entre la madre y el niño sufre de una ausencia de vínculos de comunicación.
Por mi parte, he definido el vínculo desde una perspectiva genético-estructural. En una primera aproximación dije: «El vínculo surge de la diferenciación del estado de narcisismo primario, que carece de estructura. Trato con cierto detalle esta problemática en Caparrós (1999).
Si el vínculo constituye y funda al sujeto y a su mundo necesario, el objeto, estos han de ser contemporáneos en su aparición. El vínculo es diferencia y el sujeto nace de ésta. La diferencia desde el estado original del narcisismo es su carta de naturaleza». (Caparrós 2004a, p. 121).
A continuación expuse una amplia y complicada definición de vínculo, que poco tiene que ver con las aproximaciones intuitivas al uso y que es fundamental en el modelo analítico-vincular.
«El vínculo es, por lo tanto, el producto subjetivo y subjetivante final de una operación intrapsíquica realizada con la ayuda analítica del “pecho social” y de la “necesidad biológica”, cuyo primer tiempo (la presencia conjunta del narcisismo primario escindido y de la renegación del objeto real) es imaginario y da lugar a la “especularidad narcisista”; el segundo tiempo, también imaginario, termina en la “relación objetal”; un tercer y último tránsito: “la relación intersubjetiva”, de carácter simbólico, representa la cima estructural del desarrollo psíquico, ahora sí, como relación de dos exterioridades con los diferentes niveles de proximidad posibles» (Ibíd. p. 121).
Quiere esto decir que el vínculo es también un proceso con aspectos bien diferenciados. Al mismo tiempo, es causa y efecto de la relación sujeto objeto y desde luego su función estructurante le aleja de la condición contingente de ser una mera exterioridad entre dos sujetos.
Nicolás Caparrós