La pareja: análisis de un ocultamiento
Nicolás Caparrós y Hernán Kesselman
Clínica y Análisis Grupal – 1976 – Nº 1
Vol. 1 (1) Págs. 53-059
DOSSIER: Grupo, trauma y conflicto
La pareja: análisis de un ocultamiento
Sabemos que el concepto «pareja» remite, por lo común, a la relación Hombre-Mujer; es un condicionamiento lingüístico-histórico. Sin embargo, para nuestro propósito, obstruye y en parte oculta lo que queremos describir. Cuando decimos «pareja», indicamos muchos más que la pareja heterosexual o aún la pareja conyugal. Queremos señalar el vínculo humano mínimo posible que se revela como objeto de la psicología: el par o la dupla.
Se trata del encuentro aparentemente bipersonal. En él aparecen con- densados el «Individuo», el «Ser Humano», el «Grupo» y la «Expresión Psicológica de lo Social». Términos que empleamos en un sentido restringido y que pasaremos a definir después.
Si hasta ahora el foco de la investigación psicológica se ha centrado en el intento de arrojar luz desde la unidad singular (uno) a la pluralidad tripersonal (tres) o multipersonal (V arios-T odos); nosotros queremos proponer el estudio sobre la unidad de «dos» (dos) que refleja, a nuestro entender, todos los problemas y contradicciones propios de la socialización del «individuo» (uno) y de su singularización en los grupos (tres-varios- todos).
La «pareja» (dos) es así la unidad mínima intermediaria capaz de expresar toda la dinámica de contradicciones existentes entre lo singular (uno) y lo plural (tres-varios- todos) del «ser humano».
La dupla (dos) como eslabón mediador entre el concepto de alienación social (realidad de tres- varios- todos) puede ser el comienzo de resolución práctica de la aparente contradicción entre el campo psicológico y el social. No somos tan ingenuos como para pensar que desde un trabajo psicológico podamos resolver la liberación social de los seres humanos, ni pensamos que los procesos de liberación social de los pueblos vayan a solucionar por sí mismos de forma mecánica los problemas psicológicos de los seres humanos que los componen; proponemos un objeto real, accesible, no ilusorio, que permita al psicólogo social ejercer su oficio incluyendo la realidad social contemporánea. No intentamos crear nuevos modelos que se inserten en las viejas ideologías, sino nuevas lecturas ideológicas de los viejos modelos.
II
Enunciemos ahora las definiciones operativas de nuestro trabajo.
Llamamos «Ser Humano» (Dos en Uno), al «Grupo» (Tres- Varios- Todos), encarnado en el «Individuo» (Uno Potencial). El «Ser Humano» solo puede ser aprehendido, comprendido y modificado desde la situación grupal.
Conceptuamos al «Individuo» (Uno Potencial) como el ser que genéricamente es capaz de convertirse en «Ser Humano» (Dos en Uno).
La «Pareja» es una unidad cuantitativa: la dupla: una unidad cualitativa:elnosotros4 yunaunidadoperativa:latarea.
«Pareja» quiere decir, por lo menos, nosotros- dos – tenemos – una tarea- en común».
III
Estamos ante el problema de cómo analizar. En nuestro caso sería posible hacerlo desde el horizonte de la psicología social y simultáneamente a partir de la gramática transformacional. Elegimos desarrollar el primer nivel de análisis aunque invitamos también a profundizar en el segundo 5.
Partamos de la proposición mediante la cual expresamos anteriormente el concepto de «pareja»:
1.- NOSOTROS—-DOS—-TENEMOS—-UNA TAREA—-EN COMÚN
Hablamos del nivel del «dos» (dupla) y (nosotros y tarea). Intentemos ahora singularizar y pluralizar esta relación:
En lo singular es:
2.- YO—-SOLO—-TENGO—-MI TAREA—-CONMIGO MISMO
En lo general es:
3.- TRES- VARIOS-TODOS—-TIENEN—-LAS TAREAS—-EN COLECTIVO
Siguiendo el propósito de ver cómo se reflejan en la pareja las contradicciones de la singularización y de la pluralización, revisaremos dos problemáticas en el nivel de la pareja, que nos parecen significativas para proseguir con el tema: la «soledad», como representación de la singularidad, y el «compañerismo», como exponente de la pluralidad.
Deberíamos, ante todo, no confundir soledad con aislamiento. La sociedad desarrollada fomenta la proposición 2: «Yo sólo tengo mi tarea conmigo mismo», aislándola de la 3: «Tres-varios-todos, tienen las tareas en colectividad». De esta manera, el hombre sufre la ilusión de ocuparse de sí mismo, para lo cual tiene que aislarse de los demás. Al mismo tiempo se promueve el pánico hacia la soledad. La consecuencia de esta trampa consiste en buscar compañía o, por mejor decir, contacto, para salir de la soledad (situación temida por la sociedad actual), para incurrir en la pseudocompañía, que es, en definitiva, aislamiento. Así se mistifican y entremezclan soledad y aislamiento, con-tacto y compañía.
Tomando como punto de partida, una vez más, a la pareja (amigos, hermanos, cónyuges, etc.), la alternativa pasa por crear las condiciones precisas para efectuar el pasaje del aislamiento- con-tacto, a la soledad- compañía, que quiere decir tanto la soledad en común como el ser humano con otros. En la pareja, la expresión cotidiana de este proceso se explícita así: «yo, para ocuparme de mí, tengo que separarme (aislarme) de ti. «Yo para ocuparme de ti tengo que separarme (aislarme) de mí: es decir, postergarme». La otra lectura ideológica posible sería:
«Yo para ocuparme de ti necesito tu reconocimiento de mí, como condición previa». («Tener mi espacio de soledad en el cual te siento incorporado a mí como parte mía.»)
«Yo para ocuparme de mí necesito que tú te ocupes de tu soledad desde la cual me incorporo y me incorporas.»
A partir de aquí la pareja comienza a construir un espacio de liberación: el compañerismo.
La pareja principia a incorporar y a ser incorporada por los otros.
Desde esta perspectiva, aparecen como pseudoproblemas todos aquellos conflictos que se consideran como auténticos objetos de análisis en el contexto del aislamiento y el contacto: el enfrentamiento, «la realización personal», la competitividad, la fidelidad, la culpa, la complicidad, «el éxito», la imagen de nosotros ante los otros, el sexo como solución mágica, la discriminación de lo mío frente a lo tuyo. Todas estas contradicciones adquieren nueva dimensión al ser analizadas en la «pareja» desde el metacontexto esclarecedor del compañerismo (el que nos integra ambas soledades).
En el proyecto de desalienación, la soledad del «ser humano» como momento biográfico incluye, consciente o inconscientemente al grupo (tres- varios- todos). En el aislamiento, el hombre sufre de la manipulación real o imaginaria del grupo en la inconsciencia y la ilusión de poder en la conciencia.
Así pues, en el encuentro alienado (encuentro de aislados o búsquedas de contacto), surge la manipulación de un ser humano por el otro y recíprocamente (los usos y abusos del poder).
En la unión consciente de las soledades (compañerismo), el poder se aplica a la tarea producto y causa a la vez de ese encuentro.
El poder se ejerce frente a la tarea y no contra los individuos que la posibilitan.
Nuestra propuesta consiste entonces, en hacer pensar y posibilitar- practicar (concienciar) al hombre hacia un estado capaz de hacer controlable y operativa su matriz inicial: el grupo.
No vemos otro método posible de desalienación, que la recuperación de la soledad (grupo en mí) para salir del aislamiento (grupo contra y fuera de mí); que la recuperación de la «pareja» (dos en uno con los otros). Una pareja donde se hagan conscientes los vínculos opacos que mantienen al hombre en la ilusión conveniente de la serialidad.
IV
Como hemos visto, nuestro modelo mínimo de análisis es la «pareja», en el sentido que antes la definíamos. En ella se configuran diversas superestructuras (aparentes parejas) tales como: Sujeto-grupo; Yo- No yo; Sujeto- Objeto; Consciente- Inconsciente.
Todas ellas nos distraen del fundamento último: el «nosotros». Tú y Yo (Nos) con los Otros. Matriz bicorpórea (dos sujetos) que incluye, por lo menos, a un tercero (tripersonal) o a muchos (multipersonal).
Para llegar al Nos- otros, tuvimos que partir de un Nos- sin los otros. «Yo te hablo a ti, de mí yo con los otros sin los otros; tú me hablas a mí, de tu yo con los otros sin los otros». Entre ambos el espacio vacío representado por el nos: «yo hablo sin «contigo»; tú hablas sin «conmigo» («Tú y yo monologamos»).
La inclusión del tercero representa el salto cualitativo. Es la crisis del aislamiento. Es también el fracaso de la concepción de las relaciones humanas a partir del dato inmediato: Tú y Yo.
Desde la soledad que internaliza al grupo, única expresión posible y legítima de soledad, la pareja puede gastar el mensaje nuevo sobre todos los conflictos antes enunciados. La presencia de los otros se detiene como tercero incluido necesario o como tercero excluido adversario. Todo depende de la lectura ideológica que se haga del modelo del que hemos partido. Estos modelos podrán ser Familia-Antifamilia: Pareja-Antipareja; Edipo-Antiedipo, Salud-Enfermedad; Psicosis-Neurosis; Religión-Ateísmo. Cada par de este conjunto parece configurar un encuentro antagónico.
En lo cotidiano, Familia y Pareja simulan este efecto. La búsqueda de pareja es vivida como final de la pertenencia familiar. La llegada del hijo, amenaza con la pérdida de la pareja. Todo nuevo encuentro requiere el sacrificio de un encuentro anterior. Si me desencuentro con mi hermano, me encuentro con mi amigo; si me desencuentro con mi camarada, me encuentro con mi hijo. El tiempo que gano con uno siempre es perdido con el otro.
Tengo que formar una familia distinta y a la vez no dejar de pertenecer a la mía; cada uno quiere poseerme y yo deseo poseerlos a todos. La Culpa (ellos en mí) me impide hacerlo. Esto nos lleva al enfrentamiento generacional, expresión grupal y social de una especial lectura impulsada por la ideología dominante del Complejo de Edipo, conlleva a una acción terapéutica inspirada en dicho modelo. Efecto natural de esta lectura son las interpretaciones basadas en la envidia, la rivalidad, la competitividad, el deseo de reducir frente a la posibilidad de multiplicar, el enfrentamiento de los sexos y todos los avatares que indica esta peculiar visión sobre cómo se comporta el ser humano en la lucha por el poder.
Desde nuestra concepción de la pareja, no nos interesa afirmar la existencia del Edipo o del Anti-Edipo, sino esclarecer el ocultamiento de las soledades que subyacen en los vínculos descritos en la tragedia griega. Por tanto, no tiene, para nuestros actuales propósitos, relevancia aclarar las estructuras profundas del complejo de Edipo, por más que no neguemos su existencia, sino analizar el uso o manejo que de ellas se hace.
Desde nuestra perspectiva sólo existen, en realidad, un Layo, una Yocasta y un Edipo solitario.
Una vez señaladas estas líneas principales, tanto fenomenológico- existenciales como dinámicas de la pareja, proponemos una práctica concreta a nivel terapéutico: la incorporación de una nueva lectura para los viejos modelos, que nos sirva de esquema referencial operativo. No intentamos crear un modelo nuevo destinado a perecer en manos de la vieja ideología; proponemos: Nos en lugar de Yo-Tú. Nos grupal en lugar de Yo- Grupo. Grupo social, en lugar de Grupo-Sociedad.
El encuentro terapéutico inicial, ya sea con el Paciente-hijo, el paciente- amigo, o el paciente-padre, precisa de un salto cualitativo. Ese salto cualitativo se da en el momento en que el «nosotros», en lugar de disputarnos el pode, nos solidarizamos con compañeros para salir juntos hacia los otros desde los aislamientos de nuestra común alienación.
Volviendo a la tragedia griega a la que antes aludimos, proponemos una resolución diferente. Analizar en el aislamiento las culpas del hijo, las ansiedades de la madre, los celos del padre o el antagonismo de poderes que generan estos tres sentimientos. Representa para el psicoterapeuta dar por aceptada la validez de la matriz actual del conflicto.
Para curarse de sus aislamientos Edipo, Layo y Yocasta, tienen la tarea de vincularse con los otros.
Sófocles nunca definió esa tarea.
1 © Copyright por los autores. Artículo inédito. Trabajo presentado al Congreso Internacional de Psicoanálisis. Milán, 1976.
2 N. Caparrós: Psiquiatra. Psicoterapeuta.
3 H. Kesselman: Psiquiatra. Psicoterapeuta. Psicólogo Social.
4 «Nosotros» es un concepto que cualifica la «dupla» de tres maneras posibles: «Nos- sin los otros» (Afirmación del nos frente a otros). «Nos- con los otros» (Cooperación). «Nos- en los otros» (Internalización-Fusión).
5 En el primer nivel de análisis, o sea el de la psicología social, vamos a desarrollar las contradicciones o antinomias que «dos en uno» y tres» reflejan en «dos». (El uno como expresión de lo humano es metafísico, por ello hablamos del pasaje del «uno potencial» al «dos» sin el «uno».)
En el segundo nivel de análisis, es decir el de la dramática transformacional la pregunta consiste en cómo se pasa de una estructura profunda (universal o invariante) a una estructura superficial.