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Sumarios Clínica y Análisis Grupal

Clínica y Análisis Grupal 

Revista de Psicoterapia, Psicoanálisis y Grupo

1976-2010

 

Pequeña historia de una gran revista

    El número 104-105 cierra una larga etapa de Clínica y análisis grupal. La singladura comienza allá por el año 1976; en aquel tiempo algunos no nos concedían ni el siguiente número; sucedió que seguimos durante treinta y cuatro años, más allá de la edad que muchos de nosotros teníamos en aquel tiempo.

    Una serie de factores permiten su existencia:

    Corre el año 1974 y poco tiempo después de la formación del Grupo Quipú, ve la luz Clínica y Análisis Grupal. El Grupo Quipú de Psicoterapia de aquellos años fue el emergente -palabra cara para todos nosotros- de varias circunstancias que se aliaron juntas para producirlo. Apareció, por derecho propio, la inicial Psicología clínica cuando termina la primera promoción de la Facultad de Psicología. Es ya posible hacer una revista fuera de las aulas. Por otra parte, la Psiquiatría y la Psicología dinámicas, junto con el minoritario Psicoanálisis, eran entonces tentativas contestatarias frente al edificio paquidérmico que había tejido el franquismo alrededor de la psiquiatría oficial, una vez acalladas, o postergadas, las voces de los Alberca, Llopis, Valenciano, Castilla, Martín Santos, Colodrón, etc. Otros, más jóvenes, entre los que me contaba, buscábamos desde nuevos referentes horizontes que se antojaban borrosos. Reunir, pensar, escribir, comunicar… una revista podía ser la síntesis de todo eso.

 

    
    Otros acontecimientos de mayor envergadura confluyen en nuestro entorno: El Gobierno militar argentino nos trajo, bien a pesar suyo, una pléyade esclarecida y selecta de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas que permitió cristalizar un cultivo que ya estaba empezando a aflorar en nuestro país. A la hora de escribir estas líneas algunos ya no están: Antonio Caparrós, una de las mentes más brillantes y generosas de las que se benefició Argentina y luego España -Antonio, español de origen y más tarde argentino por necesidad y por vocación-. Armando Bauleo que, junto con Hernán Kesselman, allá en un lejano 1967, me introdujeron en la «cosa grupal»; juntos fundamos después aquel impensable y hoy mítico movimiento llamado Plataforma. ¡Cómo pensar en Enrique Pichon-Rivière sin ellos! Armando y Hernán estuvieron en los fundamentos de Quipú y en las bases iniciales de nuestra revista. Emilio Rodrigué,  psicoanalista envidiado, al que le vino escasa la encorsetada APA de esa época y que voló más allá y más lejos. Fernando Ulloa, nuestro iniciador en el Análisis Institucional y que dejó para Clínica artículos esenciales. Y también las periódicas y casi furtivas idas y venidas de la dama sabia: Marie Langer, la madre analista de muchos de nosotros, capaz de unir la condición de interbrigadista con el ocaso de las distinguidas formas vienesas, el vivero explosivo de Argentina y la eterna lucha latinoamericana encarnada esa vez en Nicaragua. Muy poco después Eduardo Pavlosky, delator desde la pluma y la escena de lo que otros, amordazados, no podían decir. Su Señor Galíndez (1974) anunció, ominoso, tragedias que aún estaban por llegar.

    
    Esta etapa termina en junio de 1983. La revista atraviesa un bache de más de un año de duración debido a dificultades financieras. En diciembre de 1984, con ocasión del número 34, Alejandro Ávila me traspasa la dirección de Clínica, que he seguido manteniendo hasta la actualidad. Todo ello coincide con el desempeño en la Secretaría de Redacción de Isabel Sanfeliu, verdadera alma de la publicación hasta nuestros días. Biblioteca Nueva será la siguiente editorial que se haga cargo de Clínica en 1999. Esta colaboración ha continuado hasta nuestros días. Tras abandonar, en 1998, el Grupo Quipú de Psicoterapia, la revista, con el mismo titular, se sigue publicando tratando de conservar la orientación que la ha significado hasta entonces: Psicoanálisis, Grupo y Clínica de orientación dinámica. El índice de autores que han desfilado por estas páginas resulta impresionante. Todos juntos forman una relación imprescindible para quien quiera saber en nuestro país acerca de estos temas. Un trabajo de tan larga duración forzosamente desgasta, porque lo difícil es el día a día callado y constante del que sólo llega al lector el producto final.

 


    
    Llegados a este punto, hemos decidido cerrar, al menos temporalmente, sus páginas. Tanto Isabel como yo mismo no creemos ser desertores de una tarea a la que hemos dedicado tanto tiempo, sobre todo ella. Dejamos una publicación con buena salud, lejos ya de los sobresaltos que nos acosaron tiempo. Cerramos una etapa pero el río puede continuar fluyendo…

Nicolás Caparrós

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