Recientemente, en el curso de una sesión intensiva de grupo de 20 horas de duración en la que utilizamos técnicas activas desde un encuadre Psicodinámico, tuvimos ocasión de constatar lo siguiente:
Se trata de una paciente de 23 años que lleva año y medio de psicoterapia de grupo. El motivo manifiesto para emprender el análisis es la frigidez. En el curso de la psicoterapia, como hechos notables, ha descubierto que su identidad es vacilante y que sus primeras pretensiones de tener relaciones sexuales eran intentos voluntaristas, en el fondo no deseados. Aquí, como en tantos otros casos, se trataba de “deber-ser de la práctica sexual”.
Esta sesión grupal tenía por objeto para todos los participantes investigar el cuerpo como medio indicador para visualizar los conflictos. Lo que en frase de Isabel Calvo vendría a ser el cuerpo-conflicto.
A las 10 horas aproximadamente del proceso consignamos una escena dramática que estaba incluida en una secuencia más amplia, en la que tenía lugar un torneo medieval entre los “caballeros de la Tabla Redonda”. Alternativamente los hombres y las mujeres encarnaron el papel de caballos y caballeros y yo mismo me integré en la situación en el insólito papel de la reina Ginebra. Nuestra paciente que pese a todo es una bella muchacha quedó vencedora del torneo en el rol de …caballo.
Es obvio que este trabajo tenía como meta hacer surgir aspectos agresivos que aparecen bajo la modalidad de competencia.
Pese al buen resultado que para ella tuvo el torneo, la paciente quedó intensamente angustiada. Tanto en aquel grupo, como en sesiones posteriores, se estableció que el elemento agresión no era fácilmente discriminable de los aspectos sexuales. Recordó, por ejemplo, que a los diez años fue objeto de una “agresión” que le fue posteriormente explicada como un intento de violación.
A lo largo de las semanas siguientes comienza a sentir excitación sexual y más tarde sus primeros orgasmos.
Nos encontramos con una vía lateral para el abordaje de su frigidez por métodos que no teníamos previstos.
Es indudable que en el ejemplo anterior, que sólo hemos expuesto en sus aspectos más primordiales, aparecen al menos tres niveles posibles de análisis:
Nivel I (Imaginarios)
Una escena de competencia manifiesta de grupo familiar en la que parejas: Caballo — caballeros de hijos, cooperan para competir con otras parejas simétricas. Los coordinadores de grupo propician las imágenes proyectivas.
Buena pero inalcanzable: La reina Ginebra y mala pero con capacidad de ser atacada: el siniestro Sir Mordred, movido por otro de los coordinadores. Precisamente Sir Mordred es derrotado por la paciente en la cabalgada final.
Nivel II (Self)
El cuerpo desempeña en la escena diversos cometidos:
De un lado, el cuerpo anatómico, mensurable y por lo tanto, genérico.
En ese cuerpo anatómico ella recibe varios cardenales, como otros tantos signos.
De otro, el cuerpo-topológico (en-soi) sartreano que surge mediante la fractura que propicia la escena. El cuerpo cualitativo. El cuerpo analítico. El cuerpo que sigue cuando concluye la anatomía, que permite sentirse fundido con el otro “penetrando” en sus fronteras físicas, o que se siente invadido, “penetrado”, deformado, violentado, constreñido en algo más que en la simple estructura material.
No olvidemos, a propósito del ejemplo, que ella establece unos límites más amplios para su propia autoaprehensión topológica cuando domina como caballo. Cuando contener a alguien es, controlar y decidir el cuándo y cómo de la penetración.
Una de las modalidades del cuerpo topológico: el cuerpo conflicto se resuelve de otra forma, ello nos lleva a un tipo distinto de relación.
Nivel III. (Epistemológico) (Comunicacional)
• Se trata de un trabajo que toma como objeto-real al cuerpo. Por lo tanto, extrae los datos inmediatos de esa misma presencia corporal.
• El objeto de conocimiento que perseguimos y que provocamos con la consigna al grupo es el cuerpo-en-relación. La inclusión de la escena proporciona una fantasía de contenidos y permite centrar nuestro análisis en la relación. En otras palabras, aportando un “como si” de con tenidos lúdicos, nos permitimos trabajar una “realidad” de relaciones.
• A través del torneo medieval intentamos hacer diáfanos aquellos aspectos grupales que G. Bateson describe como cismogénesis simétrica. Sin renunciar al análisis de otro tipo de relaciones posibles en la escena, redundamos en los aspectos competitivos al menos en este instante del proceso grupal.
El objetivo es permitir que la actividad grupal transforme la cismogénesis simétrica en actividad simétrica. Lo que equivale a pretender un enriquecimiento del Self en el conocimiento-manejo de la agresión.
Si concretamos las consecuencias de estos tres niveles en nuestra paciente llegamos a resultados de sumo interés.
Un padre-maternal-permisivo (La Reina Ginebra) que permita el despliegue de la agresión, contra un padre silencioso y agresivo que intenta impedirla, resulta ser una escena correctora de las relaciones familiares arcaicas. Por otro lado, la permisión del padre, que puede adoptar papeles femeninos sin angustia (Analista masculino —en el papel de la Reina Ginebra) le permite confrontarse con sus aspectos fálico-castradores disminuyéndola la angustia.
La conciencia de tener un cuerpo fuerte y orgiástico se va imponiendo ante la vieja alternativa de feminidad como equivalente de ser agredido.
El cuerpo topológico recuperado en cierta medida, permite la incorporación fálica desde la extensión, que progresivamente sustituye a la visión del pene agresor desde la contracción.
Se está produciendo una relajación Dionisiaca que sustituye a la disolución angustiosa.
Finalmente, conocer-controlar su agresión le permite no vaciar su self en la relación con el otro: agresión incontrolada y/o alternativamente reciclar la agresión contra sí misma.
En el caso que estamos relatando, que no se trata precisamente de una histeria, es necesario discriminar la confusión existente entre actividad-agresión por un lado, y sexualidad-sometimiento por otro.
La escena propuesta que resulta ser en lo manifiesto agresiva lleva analíticamente a la actividad. Desde la actividad en las sesiones posteriores nos vamos aproximando lentamente a la conflictiva sexual.
Hemos estado viendo muy brevemente posibles instrumentaciones del cuerpo en el proceso psicoterapéutico.
Si tuviese que resumir lo anterior, diría que nos hemos referido a qué pasa. Nos interesa ahora mostrar cómo pasa.
El ritmo y la sincronía nos van a proporcionar algunas de las respuestas. En efecto, por ritmo entendemos la “estructuración temporal del comportamiento en sus unidades mínimas, los movimientos”. La característica fundamental del ritmo es la repetición de alguna/s pauta/s. El ritmo está estrechamente relacionado con la interacción, tiene por tanto que ver con la presencia del objeto.
En lo que se refiere a la sincronía tenemos que decir que implica co-ocurrencia. En palabras de Mathieu, un ritmo puede darse sin sincronía, es decir, sin co-ocurrencia, y una sincronía sin ritmo. En consecuencia, en lo que atañe a la psicoterapia de grupo, la apropiación de los ritmos del otro mediante la sincronía grupal, se constituye como uno de los objetivos fundamentales de cualquier escena. De ello nos ocuparemos a continuación.
El ritmo, decíamos, está relacionado con la interacción. Si nos centramos en la Psicopatología vincular, ángulo de la realidad desde el que trabajamos, ritmo, significa la posibilidad de colectivizar el tiempo interno. En otras palabras: una vez resuelto, siquiera sea provisoriamente, el tiempo del mundo interno, es posible ofrecer en la relación objetiva los productos finales —que no quiere decir analizados— del drama interno.
En este sentido, pensamos que el cuerpo transciende el discurso verbal y que, por tanto, el espacio corporal nos permite una vía regia de acceso a lo conflictivo. De hecho, este aserto ya fue planteado por W. Reich en su libro Análisis del Carácter a propósito del valor del gesto en el análisis de una personalidad rígida y de su “coraza caracterológica”.
Ocurre, por otra parte, que el ritmo es ora consciente, ora preconsciente, ora inconsciente. La función terapéutica es hacer consciente el cuantum máximo posible de los ritmos.
Ritmo y cuerpo:
Mundo interno — mundo externo
Self — medio
En sí — con tros.
Cuerpo — ritmo
Síntoma – interacción
Analógico — defensa
Relación — contenido
El cuerpo representa un nivel equívoco en la psicología: es a la vez el substrato biológico y la expresión recóndita y arcaica de lo psicológico. Lo que nos remite al cuerpo-mito. En el cuerpo-mito se revela lo genérico arcaico de la especie. En el estudio del cuerpo-mito aparecen diferentes estadios de estructuración entre la agresión y la sexualidad. En un principio aparecen disociadas, más tarde entremezcladas y finalmente discriminadas. En nuestra paciéntela sexualidad y la agresión se presentan según la fórmula segunda y son por tanto, difícilmente distinguibles para ella. Su mito sexual parecería tener que pasar por una ceremonia sangrienta de iniciación.
A menudo en los grupos, nosotros solemos combinar junto con los métodos analíticos, métodos sintéticos. En estos últimos más que en ningún otro, cobra un especial valor el objeto cuerpo y la vivencia del cuerpo topológico. En efecto, se trata de conseguir el mínimo común múltiplo que permita integrar—o lo que aquí es lo mismo, relacionarse— por encima o acaso por debajo de las contingencias biográficas concretas. El desvelamiento del cuerpo topológico abre la puerta a los ritmos grupales. No es ajeno a lo que estamos diciendo el concepto psicodramático de “warning” por cuanto con él pretendemos conseguir de manera más o menos intuitiva la puesta en marcha de estos ritmos.
La escena que antes relatábamos estuvo precedida de otras que permitieron caldear la atmósfera. En esas escenas previas se trasladó el discurso verbal de manera paulatina a lo preverbal. Cada integrante fue sorprendido, respetando en cierta medida su ritmo personal, con las posibilidades nuevas de su propio cuerpo en un pasaje desde el cuerpo-objeto al cuerpo-actuante. O lo que es lo mismo, del cuerpo-substrato-anatómico al cuerpo vital-topológico. La secuencia de las escenas era progresivamente regresiva dando lugar a ritmos compartidos cada vez más amplios. La consecuencia de la síntesis grupal sucede precisamente cuando aparece la co-ocurrencia de ritmos. En nuestro caso, el torneo representa la colectivización de las competencias: miedo-deseo a agredir y miedo-deseo a ser agredido. Cuando más tarde, cada integrante recupera la reflexión sobre su propio self, le es posible analizar lo alcanzado en la síntesis grupal. En esta paciente, el proceso fue: inhibición (predominio del cuerpo anatómico); angustia ante la agresión (aparición del cuerpo topológico); integración en la escena (cuerpo-conflicto integrado en el cuerpo topológico); análisis posterior: relación entre agresión y sexualidad, precisamente en ese orden. No olvidemos que en su biografía aparecen secuencias en las que sólo retrospectivamente se dota a la agresión de contenido sexual. Y finalmente, desestructuración del síntoma frigidez.
En estas páginas hemos intentado esbozar de forma muy sintética, como nos parece que procede en una reunión de este tipo, las posibilidades teóricas que ofrece el trabajo terapéutico en grupo integrando conocimientos que proceden de diversas disciplinas. Del Psicoanálisis tomamos los elementos que se refieren a las relaciones objétales y a los mecanismos de defensa en su doble acepción: defensiva propiamente dicha e instrumental (Parin y nosotros mismos); asimismo hacemos un especial hincapié en el concepto self. De la teoría de la comunicación en este caso, los conceptos de simetría y complementariedad, entre otros. De la psicopatología vincular, el concepto de diagnóstico situacional y los vínculos fundantes que el sujeto establece tanto con su medio como con su mundo interno. De la lógica, los métodos analítico y sintético y, finalmente, de la matemática, algunos datos extraídos de la topología y ciertos métodos para objetivar en alguna medida los ritmos, como son las matrices espacio-temporales.
Desde esta múltiple óptica pretendemos leer y dar sentido a los resultados obtenidos mediante técnicas activas que se interesan fundamentalmente en otorgar primacía, siquiera sea circunstancial, al lenguaje del cuerpo.