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Hiperactividad. Disfunción Cerebral Mínima.

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Autora: Isabel Sanfeliu

Editorial: Biblioteca Nueva

Año: 2011

ISBN: 978-84-99402-24-6

Nº de páginas: 224

Presentación

   Hiperactividad: ¿cuadro clínico, mero síntoma, coyuntura que sucede como incapacidad de elaborar psicológicamente lo que nos rodea? Todo eso y quizá mucho más cerca las lindes de lo hiperactivo. 

    Es tentador sumarse a los diagnósticos de moda, a las llamadas de manera pomposa “nuevas patologías”, para descubrir, tras una reflexión apenas más detenida, que lo que llamamos hiperactividad existió, existe y existirá siempre, incluso antes de que los clínicos se atrevieran a ponerle ese nombre.

    La hiperactividad se suele adscribir, sobre todo en nuestros días, a una actitud-conducta-patología propia de las etapas infantiles. Bien es cierto que el niño que inaugura apenas la facultad de pensar, es un ser, en lo que se refiere a nuestra especie, particularmente elocuente a la hora de observar en él muestras bien cumplidas de actividad sin que ante ella medien otro tipo de reguladores. En este caso, el pensamiento apenas inicia su trascendente función.

    Eso quiere decir que la hiperactividad por esos tiempos, grosso modo, puede deberse -y no de manera alternativa-, a estos dos grandes tipos de razones

    a) una incapacidad de origen cerebral por inmadurez de las estructuras que median entre el lóbulo límbico y el córtex -singularmente el córtex prefrontal-, que hace que siguiendo el dictado de la evolución, lo emocional impulsivo prime sobre lo reflexivo -que quiere decir demora, que quiere decir trabajo psíquico, que quiere decir renuncia a la satisfacción inmediata de los dictados del impulso-.

    b) la incapacidad de su medio próximo –léase función materna- para filtrar (en palabras de Freud función paraextitadora) los impulsos que por numerosos y nuevos asaetean materialmente al niño.

    Ambos aspectos se refuerzan mutuamente y, de esta doble insuficiencia, incapacidad orgánica más o menos importante y carencias de su medio próximo para compensarla, es posible que surjan una gran serie de las conocidas hiperactividades que tan frecuentemente asaltan las consultas de pediatras, psiquiatras y psicoanalistas infantiles.

   

No quiero dejar de subrayar el complejo que se forma de manera indivisible entre una posible minusvalía de más o menos rango de tipo cerebral -que puede ser incluso sólo un leve retraso en el proceso de maduración cerebral (retraso en la mielinización)- y lo que despierta en forma de ansiedades en el medio que circunda a este bebé que necesita de un monto superior de atenciones y de un medio aún más continente, si cabe, de lo que requiere la entrada en el mundo de cualquier niño.

    Frente a la gran corriente genetista, se encuentra aquella que defiende que son sobre todo las insuficiencias de atención del medio -que paradójicamente pueden adoptar forma de exceso de cuidados-, las que provocan en el niño una excesiva intolerancia a la frustración –ya de por sí precaria en esas edades-, que impide el normal flujo del pensamiento, siquiera sea en sus formas más iniciales. En este caso, la patología primaria recae sobre el ambiente que, como acabamos de ver, puede adolecer de dos excesos bien opuestos por cierto: una crispada, ansiosa y omnipotente atención, o un bloqueo angustioso ante las demandas del bebé. En ambos casos, el flujo normal que lleva a una ganancia progresiva en la tolerancia a la frustración y permite anticipar en su ausencia a los verdaderos objetos de satisfacción en forma de representaciones (que no otra cosa es la cuna del pensamiento), obliga a permanecer en la vieja y simple cadena inicial a la que los conductistas llamarían -y con razón-, estímulo y respuesta. La respuesta en este caso es conducta. La conducta en este caso expresa la única manera posible de evacuar la ansiedad sin que medie esa estrategia que encarna el pensamiento.

    El pensamiento es demora, es análisis, es selección de alternativas, es poder pensar mientras la acción se suspende, es incluso el elemento que como Freud dijo ya hace muchos años, se inscribe pudiendo llegar a inhibir la acción que vendrá sustituida en muchos casos por el sólo, simple y grandioso acto que representa pensar. Lo que sí parece consensuado es que los casos que con rigor lleguemos a conceptuar como hiperactivos, hincan sus raíces en lo originario.

    Los extremos se tocan, recoge la sabiduría popular; ¿qué hallamos en el otro polo de ese tiempo devorado por el hiperactivo? La demora, la apatía, la congelación del autista ya desconectado de cualquier estímulo que le vincule con la realidad de su entorno. El punto de contacto entre estos extremos a los que alude nuestro refranero, podría ser la dificultad para retener representaciones, para crearlas en algunos casos, para reflexionar y vagar con el pensamiento, en última instancia. Esa es la auténtica entraña de la hiperactividad, no la acción en sí sino el hecho de que irrumpa sin gobierno por parte de un balbuciente sujeto cuyo lenguaje no alcanza a poder traducir sus emociones.

    Nada más subjetivo que ese tiempo que vuela o se hace eterno referido al mismo número de minutos. En el revuelo del hiperactivo y su entorno, la temporalidad es concepto clave; dedicaremos por tanto un capítulo a debatir sobre ella.

    El afán por detener al hiperactivo aumenta la tensión en él, lo mismo que el miedo al violento azuza su ímpetu o la desconfianza frente al psicótico le impele a este a estallar impotente desde la perplejidad.

    Pocas opciones de “aburrimiento” se ofrecen al niño actual, su “tiempo libre” se parcializa en actividades promotoras de cuerpos vigorosos o brillantes inteligencias que, al tiempo, ofrecen un respiro a los ajetreados (¿acaso “hiperactivos”?) progenitores. Pero, curiosamente, será también un tiempo muy pautado lo que conseguirá detener el ritmo vertiginoso del niño y alcanzar la posibilidad de pensarse a sí mismo; la puerta de entrada y la de salida al problema comparten ciertas características como veremos más adelante. También advertiremos sobre el “diligente hiperactivo” a quien puede suceder lo que al “perverso habilidoso” en la amplia oferta que la competitiva sociedad actual ofrece: alcanzar puestos brillantes complementarios con su trastorno.
Entrar en un proceso de deliberación y tener que explicar los argumentos que avalan nuestra postura, es un gran antídoto contra el dogmatismo. La deliberación puede inducir nuevas reflexiones que maticen decisiones responsables, “prudentes”, una vez terminado el proceso.

    Mi intención es también deliberar sobre los entrecruzamientos que se dan cita en torno a la hiperactividad.

Ïndice

Capítulo 1.– Sobrevolando el tema

Capítulo 2.– El pesado transcurrir del tiempo
– Tiempo a lo largo del tiempo, tiempo que desafía a la eternidad
– Tiempos de latencia
– Reconocer información: la necesidad de categorizar
– Desplazamiento, quietud y estrés
– El manejo del tiempo en la prevención de la patología

Capítulo 3.- La hiperactividad: aproximación a un fenómeno evolutivo
– Gestación de un Sujeto: apogeo de actividad
– Pulsión, violencia y ternura
– Ternura originaria
– La ternura en el proceso secundario
– Acción, protopensamiento, representación, símbolo y lenguaje
– Identidad del hiperactivo: el aspecto psicológico
– Winnicott y el niño inquieto (Fidgetiness)

Capítulo 4.– Particularidades neurobiológicas de la hiperactividad
– Genético – epigenético
– Aspectos neurológicos
– Disfunción Cerebral Mínima
– Sintomatología
– Etiología
– Diagnóstico
– Tratamiento y pronóstico
– Otras alteraciones afines
– Alexitimia
– Corea minor o de Sydenham
– Déficit de atención
– Dislexia
– Encefalopatía hepática mínima
– Estados maníacos
– Otras lesiones o infecciones del SNC
– Patologías límite
– Problemas psicosomáticos
– Superdotados
– Tics
– Trastorno negativista desafiante

 

Capítulo 5.– Perspectiva social: la hiperactividad como síntoma
– El ritmo temporal en la cultura
– Vaivenes de la postmodernidad: de la apatía a lo maníaco
– Dinamismo de la institución familiar
– Socialización


Capítulo 6.
– Un polémico diagnóstico
– Necesidad y riesgo del diagnóstico
– DSM: diagnóstico o clasificación
– Los síntomas del hiperactivo
– Proceso diagnóstico
– Pronóstico y factores de riesgo

Capítulo 7.– Complejidad de la intervención
– Abordaje psicoterapéutico individual
– Tratamiento familiar
– Tratamiento en grupo de la hiperactividad
– El hiperactivo en la escuela
– Tratamiento Farmacológico
– Psicoestimulantes
– Antidepresivos
– Unas palabras sobre la alimentación
– Diversas consideraciones

Capítulo 8.– Formas veladas y adultas de la hiperactividad. Diagnóstico diferencial
– ¿Triunfador o hiperactivo?
– Adiciones
– Hipertiroidismo
– Maníaco depresivos o Bipolares
– Psicopatía o trastorno de la personalidad
– Trastornos postraumáticos

Capítulo 9.– Recapitulando

Bibliografía