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III Congreso de SEGPA

«Psicoterapia de grupo en la institución»

Salamanca, 1992

Programa

  

Memoria

La primera impresión que recogí en las pasadas III Jornadas de Salamanca fue la de que SEGPA «se me estaba haciendo mayor», ampliaba sus límites, una sensación reconfortante par quien, como es mi caso, lleva ha visto desde dentro su crecimiento científico y orgánico.

Abundantes miembros de SEGPA ocuparon la mesa y los bancos del auditorio durante los dos días, y creo que es bueno. SEGPA es así algo más que «eso» que puede organizar un congreso -y hacerlo bien-, es también un pretexto para producir y confrontar experiencias y reflexiones. La actividad de sus miembros quedó manifiesta, también su apertura y permeabilidad a profesionales y «apasionados» a la lectura analítica de los grupos.

Durante dos días se defendieron propuestas técnicas y clínicas; en unos casos se daba testimonio de los entresijos de lo posible, de unas intervenciones terapéuticas agobiadas a veces por la presión de la institución, en otros casos se ponía el énfasis en la ardua y casi tóxica labor de atravesar las redes institucionales para neutralizar corrientes yatrogénicas y reconducirlos como agentes de contención o transformación. El grupo a veces visto como espacio intermediario entre sujeto y sujeto, a veces como institución misma que recrea las viejas organizaciones con las que el individuo se construyó, incluso el mundo interno del sujeto como grupo que adivino institución merced a la función estructuran del padre -como tan lúcidamente nos recordaba al final René Kaës-.

De la mano de Malcolm Pines, nos introdujimos en la reflexión acerca del narcisismo y la objetividad, fértil encrucijada desde la que repensar el quehacer grupal. Los narcisismo de «ellos», los pacientes, que obstaculizan el crecimiento, pero también los nuestros que acechan con modos sutiles de rechazo. Recuerdo ahora el egoísta y fatal narcisismo de aquella madre de un paciente, pero también aquel otro que su profesor compartía con sus alumnos, y sospecho ahora que el Dr. Pines nos hizo participar generosamente del suyo. Y pese al título de las Jornadas («Psicoterapia de grupo en la institución»), creo que fueron el grupo, la institución y el narcisismo los ejes que recorrieron las exposiciones y debates del Congreso.

Un logro de las Jornadas fue sin duda la concurrencia de varias generaciones de terapeutas, mirándose con interés desde sus respectivos espacios vitales y profesionales, entre las que cabe destacar la presencia de J. Palet. Un fértil mestizaje aliñado, además, por geografía muy diversas, y aquí un entrañable recuerdo por el tirón de orejas que nos propinó desde la tribuna Salvador Alemán, destripando jugosamente el sentido de ese «una hora menos en Canarias», que tanto nos suena a los peninsulares y tanto resuena en los isleños: opacas realidades que sesgan imperceptiblemente el mundo interno y precisan también un acceso a lo manifiesto.

Como era de esperar, Salamanca y su Universidad ofrecieron un marco físico y sentimental inmejorable para la celebración de las Jornadas, donde la Organización supo pasar desapercibida.

Óscar Álvarez